Desde que el hombre es hombre ha tenido la necesidad de valerse de las materias primas que encontraba en su entorno para construir herramientas como lanzas con las que cazar o prensas con las que moler el grano, y para llevar a cabo distintos procesos como el de encender una hoguera para calentarse o para cocinar.
En ese sentido, entendiendo el concepto de “industria” como el procesado de las materias primas para construir un bien útil, podemos considerar que el ser humano se ha visto siempre envuelto en actividades industriales. Sin embargo, cuando llegó la Revolución Industrial allá por los siglos XVIII y XIX, la manera en que este tipo de actividades se llevaban a cabo sufrió un cambio radical, motivado por un giro completo en la concepción de progreso.